labor de las cuidadoras

La labor de los cuidadores de adultos mayores en hogares geriátricos

En Colombia no existe una cifra exacta que muestre cuántos cuidadores de adultos mayores hay. La CEPAL señala que el 20% de la población económicamente activa menor de 65 años se dedica al cuidado informal, una proporción considerable frente al número de profesionales capacitados en esta labor, que resulta mucho más baja de lo que debería ser. De hecho, el país se ubica entre los peores lugares de la OCDE en disponibilidad de enfermeras, con apenas tres por cada mil habitantes, situación que pone en riesgo la sostenibilidad de la economía del cuidado.

Los cuidadores capacitados son escasos y los informales, que en muchos casos no cuentan con otra opción, suelen exponerse al síndrome del cuidador quemado. A las exigencias propias del cuidado deben sumar otras actividades económicas, lo que incrementa la carga física y emocional. En este escenario, la institucionalización se convierte en una alternativa viable, sobre todo cuando la persona mayor presenta múltiples condiciones crónicas o requiere asistencia permanente para sus actividades diarias.

En los hogares geriátricos, los cuidadores de adultos mayores desempeñan funciones esenciales en la vida cotidiana de los residentes. Ayudan con la higiene personal, el baño, el aseo bucal, la alimentación y la movilidad. En algunas ocasiones también participan en la administración de medicamentos, aunque lo ideal es que esta tarea recaiga en auxiliares de farmacia o enfermería para garantizar que el tratamiento farmacológico se cumpla de manera segura y eficaz.

Acompañamiento, función primaria de los cuidadores de adultos mayores

Más allá de la asistencia práctica, los cuidadores de adultos mayores tienen un papel fundamental en el acompañamiento. Muchos residentes no llegan a una institución por enfermedades graves, sino porque pasan demasiado tiempo solos en sus hogares. En estos casos, el cuidador se convierte en compañía constante para caminar, salir a paseos, asistir a citas médicas o participar en actividades recreativas. Este acompañamiento estimula la actividad física y social, lo que repercute directamente en la calidad de vida del adulto mayor.

En nuestro hogar, La Casa, este vínculo se refleja de manera especial. Allí algunos cuidadores atienden a varios residentes, mientras que otros se dedican exclusivamente a una sola persona, lo que permite fortalecer la relación. Un ejemplo es el de Jackeline Socha, cuidadora de la señora Inés, “La señora Inés me ha marcado mucho, y ya la considero parte de mi familia. Desde el momento que entré aquí he estado con ella y ha sido muy especial conmigo”, afirma.

El cuidado del adulto mayor es, en esencia, una tarea que requiere vocación. La formación asistencial es importante, pero resulta indispensable contar con cualidades humanas como empatía y paciencia para atender las necesidades emocionales, así como fortaleza y flexibilidad para enfrentar situaciones complejas y adaptarse a los cambios. La comunicación efectiva con el adulto mayor, su familia y los profesionales de la salud también resulta clave, al igual que la preparación específica en geriatría, enfermería o programas técnicos que fortalezcan las competencias de quienes eligen dedicar su vida a esta labor.